Común del Sur debería dejar en suspenso la pertenencia de Venezuela, no ya solo por la aplicación de la Carta Democrática, sino por razones de puro interés económico y de viabilidad como organización.
Es la hora de Mercosur: el
momento para que —de una vez— esa unión aduanera creada en 1991 por Brasil,
Argentina, Uruguay y Paraguay, funcione como auténtico mercado integrado, algo
que es necesario para esos países y conveniente para el conjunto de Suramérica.
Para recuperar todo su sentido, el Mercado Común del Sur debería dejar en suspenso
la pertenencia de Venezuela, no ya solo por la aplicación de la Carta
Democrática, sino por razones de puro interés económico y de viabilidad como
organización.
En realidad, debería ser la
propia Venezuela la que procediera al Venexit, corrigiendo un error –el ingreso
de 2012 promovido por Chávez y facilitado por Lula y Kirchner, siguiendo
intereses políticos– que el tiempo no ha hecho más que agrandar. Ampliaciones
podría haber en el futuro (Bolivia también está a las puertas), pero hoy
Mercosur debe reencontrar el sentido geográfico y económico que justificó su
puesta en marcha.
LA RAZÓN GEOGRÁFICA
La región más extensa de llanura
y suelo fértil de Suramérica, con mejores condiciones para las comunicaciones,
especialmente fluviales, y dotada del clima más apto para el desarrollo de la
actividad humana es la que va del tercio sur de Brasil a la mitad norte de
Argentina, abarcando Paraguay y Uruguay. Esencialmente es la cuenca del Plata.
Es la región que siempre ha tenido todos los números para ser la parte más
aventajada de América del Sur. Eso explica los impresionantes crecimientos de
la economía de Argentina a comienzos del siglo XX y de Brasil unos cuantos
decenios después. Que esos ascensos se hayan vistos truncados o relativizados
se debe a cuestiones domésticas que una verdadera integración de Mercosur
ayudaría a superar.
EL COMERCIO
Mercosur se vio lastrada primero
por inestabilidad económica de Brasil en los años 90 y luego por la
inestabilidad doméstica de Argentina en la década siguiente; después el boom de
las materias primas hizo que cada país se preocupara más del comercio con
terceros. En 2013, el intercambio intraregional era solo el 15,5% del comercio
total conducido por sus miembros. Un éxito de Mercosur facilitaría además unas
relaciones más estrechas con la Alianza del Pacífico (México, Colombia, Perú y
Chile), propiciando quizás una convergencia que algún día ayude a superar
invertebración de América del Sur, cuya geografía está fracturada por los Andes
y el Amazonas.
SIN INTEGRACION, NADA.
«Fragmentada como está, América
Latina no tiene capacidad para los niveles de desarrollo que pretende. La
integración no es un lujo, sino una necesidad», afirmó Enrique García,
presidente de la Corporación Andina de Fomento (CAF) en un reciente encuentro en
Washington. En esa reunión, Enrique Iglesias, antiguo presidente del Banco
Interamericano de Desarrollo (BID), lamentó que hasta ahora a Mercosur le haya
faltado el empuje de sus dos grandes socios, Brasil y Argentina. Por su parte,
Augusto Latorre, economista del Banco Mundial, advirtió que el crecimiento que
necesita la región no vendrá de la demanda doméstica de cada país, sino de la
integración de mercados nacionales, pero no concebidas esas uniones como islas,
sino como medio para la interacción global.
ACUERDO CON EUROPA.
Algo se está moviendo en la
correcta dirección. Así, el cambio presidencial en Argentina ha supuesto un
revulsivo para la negociación del importante acuerdo de Mercosur con la Unión
Europea. «Rousseff ya estaba convencida de la conveniencia de ese acuerdo, y
ahora Temer, como nuevo presidente de Brasil, sigue en esa línea; pero ha sido
sobre todo la llegada de Macri lo que ha dado un nuevo impulso», dice Miguel
Ángel Benedicto, secretario general del Movimiento Europeo. En su opinión, las
últimas disputas sobre la presidencia pro tempore de Mercosur no son buenas
para los plazos de la negociación, de todos modos, advierte que el principal
problema para un acuerdo no está del lado suramericano, sino del europeo: es
Francia, que quiere proteger su agricultura y su ganadería, y está a las
puertas de unas elecciones presidenciales.
BRASIL, COMO ALEMANIA EN LA UE.
A Brasil le debiera interesar
especialmente esa apuesta por Mercosur, no solo porque es la manera de arreglar
sus deficiencias económicas estructurales ahora puestas de manifiesto, sino
porque también es el modo de disimular su preponderancia en la región. Brasil
debe superar su tentación de buscar influencia en el mundo por libre (algo
difícil de conseguir, como ya se ha visto) para hacerlo a través del entorno
latinoamericano en el que se encuentra. Así como Alemania tranquiliza a sus
vecinos liderando un proyecto de integración, también Brasil puede calmar las
susceptibilidades sobre sus aspiraciones mediante la estrecha cooperación con
las naciones más próximas. Si la Unión Europea es el modo de encauzar la
histórica rivalidad entre Francia y Alemania, Mercosur es la mejor garantía
para garantizar la buena vecindad entre Argentina y Brasil, donde Uruguay y
Paraguay actúan al modo del Benelux europeo.
ABC de la semana
Emili J. Blasco