El rey de Tailandia, Bhumibol Adulyadej, ha muerto este jueves a los 88 años después de que su estado de salud se agravara en los últimos días. "Ha muerto pacíficamente a las 15.52 (10.52 hora peninsular española) en el hospital Siriraj", precisaba el comunicado oficial de la Casa Real. Se abre ahora un periodo de luto de un año por el soberano que ocupó el trono durante 70 años.
Las banderas ondearán a
media asta durante un mes en todos los edificios oficiales y las escuelas en
señal de duelo por un soberano considerado una figura unificadora y símbolo de
la independencia nacional en un país que en 8 décadas ha visto sucederse 19
Constituciones, 19 golpes de Estado y una miríada de primeros ministros civiles
y militares
La desaparición de Bhumibol,
cuyos funerales de Estado aún tardarán meses en celebrarse, puede abrir una
etapa de incertidumbre política en un país profundamente dividido entre las
áreas rurales y urbanas, una nación con una pujante clase media urbana y convertida
en la segunda economía del sureste asiático, pero también de crecimiento
estancado y donde el sector más tradicionalista parece poco dispuesto a
renunciar a sus privilegios. Su heredero,su único hijo varón Vajiralongkorn, de
64 años, no goza del mismo prestigio que su padre.
Pero el primer ministro, el
general Prayut Chan-ocha, dejó claro que el proceso de sucesión no se saldrá
del proceso establecido. Al dirigirse a la nación, vestido de traje y corbata
oscuros, señaló que “el Gobierno informará a la Asamblea Nacional Legislativa
de que su majestad el rey nombró a su heredero el 18 de diciembre de 1972”, el
día en que designó a Vajiralongkorn.
En teoría, el soberano tailandés
carece de funciones políticas, aunque Bhumibol intervino en varias ocasiones a
lo largo de sus décadas de reinado de manera en ocasiones directa, y otras, de
modo menos visible. Pero cómo vaya a reinar el que será Rama X es aún un
enigma. No falta quien apunta a intentos de aproximación del ex primer ministro
Thaksin Shinawatra, el magnate de las telecomunicaciones detestado por las
elites conservadoras y exiliado del país para evitar cargos de corrupción.
Pero el Gobierno de Prayut, que
se hizo con el poder tras un golpe de Estado hace dos años que puso fin al
Gobierno de la hermana de Thaksin, Yingluck Shinawatra, parece dispuesto a
seguir mantener el firme control del país del que ha hecho gala desde 2014. Al
dirigirse al país, Prayut insistió en que la seguridad nacional "es lo más
importante". En una nota informativa, la consultora Capital Economics
apunta que cualquier intento de que Thaksin regresara a la política nacional
"encontraría la oposición de los militares y es un posible desencadenante
de una renovada conflictividad".
Mientras todos los canales de
televisión conectaban en directo para anunciar el fallecimiento, que convierte
a la británica Isabel II, de 90 años, en la monarca más veterana del mundo, en
el exterior del hospital cerca de un millar de personas se reunían para llorar
la muerte del único rey que la mayoría de los tailandeses ha conocido. El
soberano, omnipresente en retratos por todo el país, está considerado casi un
semidiós, protegido por unas leyes draconianas de lesa majestad que prohíben la
más leve insinuación de una crítica.
Bhumibol, nacido en EEUU y criado
en Suiza, llegó al trono en 1946, después de que su hermano mayor, Ananda, Rama
VIII, falleciera de un misterioso disparo en su habitación del palacio real en
Bangkok. No fue coronado inmediatamente: regresó a Europa para continuar sus
estudios incluso antes de que concluyeran los 100 días de luto oficial. La
ceremonia para entronizarlo no ocurriría hasta 1950, ya casado con Sirikit, a
quien había conocido mientras el padre de ella era embajador tailandés en
Francia y con quien ha tenido cuatro hijos.
Si sus primeros años en el trono
los pasó a la sombra de líderes militares fuertes -el absolutismo había sido
abolido en 1932, y desde entonces la monarquía había atravesado una etapa de
decadencia- su papel empezó a adquirir un nuevo protagonismo a partir de 1957,
cuando asumió el poder el general Sarit Dhanarajata. Desde el trono se aportaba
legitimidad al militar y el primer ministro protegía el papel del soberano. Se
recuperaban entonces formalismos abandonados un cuarto de siglo antes y que hoy
día son parte integral del protocolo, como la práctica de prosternarse ante el
soberano en una audiencia.
Mediante visitas a las
provincias, un interés genuino en la agricultura -tiene registradas varias
patentes a su nombre, incluido un método para conseguir lluvia artificial- y
aficiones que varían desde la fotografía a la vela pasando por el jazz, logró
forjarse una imagen de soberano piadoso y benévolo.
Su influencia más notoria del
soberano tuvo lugar en 1992, cuando docenas de manifestantes fueron tiroteados
mientras protestaban por los intentos del antiguo general golpista Suchinda
Kraprayoon de convertirse en el nuevo primer ministro. El rey convocó a
Kraprayoon y a su rival, el general retirado Chamlong Srimuang, a palacio. La
imagen de los dos poderosos militares genuflexos ante el soberano en una
audiencia televisada causó una profunda impresión entre los ciudadanos. Poco
después, la democracia quedaba restaurada.
Más ambiguo ha sido su papel en
los incidentes de 2006, durante el mandato de Thaksin Shinawatra. Mientras la
salud del soberano empezaba a declinar -desde ese año ha residido la mayor
parte del tiempo en el hospital-, Bhumibol públicamente declinaba intervenir en
la crisis. Pero muchos vieron su mano detrás de la anulación en los tribunales
de las elecciones que habían dado el mando al magnate de las comunicaciones. Y
los detractores del gobierno de Thaksin o del de su hermana, Yingluck
Shinawatra, incluido Prayut, han invocado con frecuencia el nombre del rey.