La revolución gasífera no prende la mecha de los hogares carabobeños


La revolución gasífera no prende la mecha de los hogares carabobeños

Cada 22 días Marcia Domínguez tiene que caminar fuera de Ciudad Chávez. Lo hace cargando una bombona que, al venir de regreso, le pesa 18 kilos. De otra forma no podrían comer ni ella ni sus hijos. En el urbanismo de la Gran Misión Vivienda Venezuela, a 2,6 kilómetros al sur de Valencia, no fueron terminados los apartamentos que construyó el Gobierno. Algunos, como el de esta mujer, no tienen instalado el gas directo por tuberías.

—¡Vamos a convertir a Venezuela en una potencia industrial, llegará el día en que la bombona desaparezca!, dijo el fallecido presidente Hugo Chávez en agosto de 2008.

Esa fue otra de sus promesas fallidas. Un año antes, en septiembre, Chávez lanzó la “Revolución del Gas”, un proyecto de 18 mil millones de dólares. Pretendía que para 2016 más de 3,2 millones de hogares tuvieran gas directo. Significaría 16 millones de personas beneficiadas. La producción debió elevarse de ocho mil a 11 mil millones de pies cúbicos diarios (mmpcd) para 2012.


Hay razones por las que Domínguez no tiene gas directo en su casa y debe cargar la bombona en su espalda. El informe de gestión anual de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) en 2013 -último disponible- da cuenta de la caída de la producción. Desde que Chávez hizo la promesa en 2008, la generación de gas disminuyó 42%, pasando de 8 mil mmpcd a 4 mil 616, según los datos oficiales de la estatal.

PRETENDÍA QUE PARA 2016 MÁS DE 3,2 MILLONES DE HOGARES TUVIERAN GAS DIRECTO

Con 197 mil 89 millones de pies cúbicos, Venezuela es el sexto país con más reservas de gas del mundo. También el país donde habitantes del sur de Valencia pasan hasta ocho horas en cola para comprar bombonas. La caída estrepitosa de la producción generó negocios paralelos y mercados negros, donde un cilindro como el que carga Domínguez se vende con 380% de sobreprecio.

No se suponía que fuera así. Ciudad Chávez, como urbanismo piloto de la misión, debió tener listas las instalaciones gasíferas. “Cuando llegué, hace un año, tuvimos que pagarle a la gente de Pdvsa Gas Comunal para que viniera a instalarnos el gas directo”, dijo una vecina. Los beneficiarios tuvieron que comprar dos metros de cobre y aditamentos para la conexión, o en caso contrario, cancelar cuatro mil bolívares por los materiales y la mano de obra. “Gracias a Dios, ya aquí no tenemos ese problema con el gas”, dijo una que logró instalarlo. Pero Domínguez no ha reunido el dinero, cada día los costos suben y le toca caminar.


Adrián Martínez es asesor sindical de Pdvsa Gas Comunal. Sus cifras echan por tierra las promesas de Chávez. Solo seis urbanismos en Carabobo fueron beneficiados con el plan de instalación de gas directo: José Antonio Sucre, Barrio Monumental, Francisco de Miranda, La Isabelica (una parte), Ciudad Plaza y Ciudad Chávez. Esas comunidades, en la parroquia Rafael Urdaneta de Valencia, concentran menos de 10% de la población del estado. “El plan de gas directo a las comunidades está paralizado por falta de recursos”.

De las 66 plantas de llenado de Gas Licuado de Petróleo (GLP) existen ocho en Carabobo. Su estado es crítico, afirma Martínez. El principal problema es que no llega suficiente desde las refinerías. Carabobo se abastece de las que están en Puerto Cabello (El Palito), Cardón (Centro de Refinación Paraguaná) y Guatire (Centro de llenado). Pero, como ha reseñado El Carabobeño, la paralización de El Palito desde hace ocho meses hace que la región tenga que abastecerse de las refinerías de José y El Tablazo, en Anzoátegui y Zulia, lo que alarga los recorridos por tierra hasta 1.000%.


Las plantas en Carabobo están en crisis. “Tendrían que llegar unas 30 gandolas diarias, pero no nos damos abasto, porque el consumo es muy fuerte”. ServiGas fue la última planta privada en ser expropiada. Hasta ese entonces, era la que más distribuía. Casi suplía la demanda sola, porque las ya estatizadas -pasadas a Pdvsa Gas Comunal- tenían problemas sindicales y de operatividad. “Cuando expropiaron Servi Gas la desmantelaron, ahora no hay llenado directo. La planta se llama Negra Hipólita”. La especulación y el bachaqueo era cuestión de tiempo: acabaron con los estanteros (vendedores caseros) de la zona sur, remarcó el sindicalista.

Siete plantas de llenado estatales y una privada brindaban todas las presentaciones del combustible doméstico. La planta Valencia 1, en Flor Amarillo, ahora llena solamente bombonas de 10 kilos. La Valencia 2, antigua Tropigas, llena solo de 18 y 43 kilos. “Hicieron una supuesta reingeniería, centralizaron el llenado, y eso es lo que nos ha llevado a la especulación, porque no nos damos alcance”. Domínguez paga 500 bolívares cuando debería pagar 250, según el precio regulado. Aún tiene suerte: otros pagan hasta mil 200 bolívares.

En la zona industrial El Recreo, en Valencia, los primeros de la cola llegan a las 4:00 a.m. aproximadamente. Su espera se prolonga hasta que el sol se ubica en lo más alto del cielo, casi a mediodía. Buscando sombra, tienen que recostarse de una pared esperando el camión de Pdvsa Gas Comunal. Algunos, como Aurelio Ortega, han tenido que regresar y cocinar con leña.



RACIONAMIENTO ENDÓGENO

El único funcional de los dos camiones que distribuyen gas a la zona norte de Valencia tenía fallas en los frenos. No podía circular con tanto peso a cuestas, porque podía ocasionar un accidente. Eso, paradójicamente, resultó ser un punto a favor para los 300 vecinos de Balcones del Norte, un conjunto residencial en Naguanagua. Pudieron cargar sus tanques completamente para que el camión se devolviera más ligero.

Eso no ocurría desde hace al menos tres meses, relató Anabel Bigott, vocera de la junta de condominio. Los dos tanques principales y cuatro auxiliares se llenaban por la mitad debido a la indisponibilidad. Eso les obligó a aplicar un plan de contingencia: racionamiento endógeno para los edificios.

Tres chances. Uno en la mañana, otro al mediodía  y en la noche. Eso es todo lo que tienen los vecinos. Otra complicación que hay que sumarle a la crisis es lo que Bigott, al igual que muchos, define como la ‘Dieta de Maduro’. Ya no se consigue aceite vegetal, por lo que muchos ya no cocinan sino al horno, lo que consume más gas doméstico. “La mayoría de los vecinos consumen más porque las arepas las hacen al horno, ya no fritas, igual con las papas, que tardaban 10 minutos en la freidoras y ahora 30 en el horno”.


Los más afectados son los vecinos que se rebuscan con, por ejemplo, galletas, ponqués, tortas caseras. Hay roces frecuentes entre el condominio y los comerciantes informales. Les cuesta entender que la crisis pasó por encima de todos. “Hemos tenido desavenencias con la comunidad. Estamos trabajando en función de todos, pero no todos pensamos igual”.

Nada de lo relatado por los carabobeños coincide con la data reciente más oficial. La memoria y cuenta del Ministerio de Petróleo y Minería dice que la demanda nacional de gas es de 45 mil barriles diarios. 75% lo cubre el sector público y el resto el privado. Entonces no deberían existir colas. En ese documento público también se reconoce que, en el país de las sextas reservas mundiales, se importan 19 mil barriles diarios de líquidos del gas natural.



 El carabobeño

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