¡AY, NICOLÁS! Arria: Nuevo secretario de Estado de EE.UU. sabe que es imposible dialogar con el chavismo


¡AY, NICOLÁS! Arria: Nuevo secretario de Estado de EE.UU. sabe que es imposible dialogar con el chavismo

El exembajador de Venezuela ante las Naciones Unidas, Diego Arria, escribió en un artículo de opinión que tiene confianza en la actuación del nuevo secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Wayne Tillerson respecto a Venezuela, pues el nuevo funcionario de la administración Trump conoce la”imposibilidad de dialogar con el Estado venezolano por su pasado en la ExxonMobil”.

En días recientes, Tillerson admitió que una de las prioridades de su trabajo es “buscar una transición negociada a la democracia en Venezuela, respaldando un diálogo legítimo que resuelva la crisis política entre el Gobierno de Maduro y la oposición”.

El nuevo secretario de Estado de los Estados Unidos, Rex Wayne Tillerson es nada menos que el número uno de ExxonMobil, la empresa más importante del sector petrolero, y la novena más grande del mundo.

Suficiente acreditación para acometer su nueva responsabilidad porque, si de negociar se trata, nadie supera a las compañías petroleras que hacen de la negociación su pan de cada día. La condición democrática no forma parte de la ecuación que aplican para hacer negocios, o para defenderlos. Por eso creo que ninguna persona llega a secretario de estado con un bagaje de experiencia tan global y pragmática en cuanto a las características de con quienes se asocian, y con quienes se enfrentan.

Pero en el caso de Tillerson, hay algo más, porque tiene una experiencia directa de cómo actúa el régimen venezolano. En efecto, desde su posición en Exxon Mobil, Tillerson demandó ante el órgano de arbitraje del Banco Mundial, CIADE, que ordenó al estado venezolano pagar a la petrolera 1.600 millones de dólares por la expropiación de sus activos, ocurrida en el 2007.

Si alguien conoce la imposibilidad de dialogar con el régimen venezolano, es el señor Tillerson. Imagínense si este es el comportamiento del régimen para pagar una deuda, es fácil deducir a qué estamos enfrentados para rescatar a un país secuestrado por ese régimen que dispone de las mayores reservas mundiales de crudo, y que en 18 años ha dilapidado un trillón de dólares.

Semejante capital le ha permitido comprar complicidades de gobiernos y asociarse a algunas de las más peligrosas causas del mundo al tiempo que llevó al país a la peor crisis humanitaria y económica de su historia.

Sin embargo, llama la atención que en sus respuestas a miembros del Senado de los Estados Unidos sobre la situación de Venezuela, el señor Tillerson insistió en la necesidad de “buscar una transición negociada a la democracia en Venezuela, respaldando un diálogo legítimo que resuelva la crisis política entre el Gobierno de Maduro y la oposición”.

Si esta fuese la política del gobierno del Presidente Trump, tal anuncio correspondería a “más de lo mismo”, o sea la continuación de la seguida en años recientes por el Departamento de Estado. Sin embargo creo que sus declaraciones corresponden a los lineamientos de funcionarios que venían manejando el tema de Venezuela, y que sin duda serán relevados de sus cargos por personas con nuevas directrices.

Afirmar que en Venezuela, una tiranía narco militarizada permitiría una salida electoral es absolutamente irreal, aunque se recurra a la intercesión de la Casa Blanca y hasta del propio Santo Padre Francisco. Pero esa es la realidad que debe enfrentar la comunidad internacional. Pues aunque la tragedia venezolana no tenga suficientes solidaridades activas, si tiene, y tendrá, peligrosas consecuencias en otros países. Consecuencias que deben ser evitadas.

Y eso incluye a los Estados Unidos, al punto que el Presidente Obama, el 13 de enero del presente año, prorrogó su orden ejecutiva de marzo de 2015, determinando “que la situación en Venezuela constituye una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos”.

Debemos confiar que una vez instalado el nuevo equipo del Secretario de Estado, y de la propia Casa Blanca, se aceptará la realidad de la crisis venezolana. De esa manera, cesaría la promoción de iniciativas que hacen cada vez más lejanas el rescate de nuestra libertad.

A la luz de su experiencia, es presumible que el señor Tillerson entenderá que un diálogo con la pandilla cívico militar adueñada de Venezuela, y que llegó para quedarse a cualquier precio, tiene la misma probabilidad de éxito que un diálogo de Trump con Putin para que devuelva Crimea a Ucrania.



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