La apacible vida de los habitantes de un sector residencial de clase media del sureste de la Isla de Margarita fue perturbado por unos inusuales visitantes: Los campistas revolucionarios.
En medio de un terreno baldío que da al mar, de las
dimensiones de un campo de fútbol y que limita con un pequeño centro comercial
y algunos edificios residenciales, fue levantado a inicios de semana el llamado
"Campamento Revolucionario" para recibir a miles de jóvenes
oficialistas durante la XVII Cumbre del Movimiento de los Países No Alineados.
El inusual campamento ha desatado una intensa polémica
en el país suramericano. El presidente de la Asamblea Nacional, diputado
opositor Henry Ramos Allup, criticó la iniciativa oficialista alegando que el
mandatario Nicolás Maduro trajo a "activistas pagados" a la cumbre
para compensar la "falta de pueblo" generada por la compleja crisis
económica que enfrenta Venezuela y que ha golpeado la popularidad del gobernante.
Por su parte, la dirigente oficialista Andreina
Tarazón afirmó que la iniciativa demostraba la "capacidad política"
de los jóvenes revolucionarios para estar a la "altura de las
circunstancias históricas que vivimos".
Algunos de los moradores de la zona han reaccionado
contra el campamento, protagonizando durante las noches intensos
"cacerolazos" mientras los campistas responden a la protesta
colocando música a muy alto volumen, lo que convierte al lugar en una suerte de
guerra estridente.
Cientos de carpas, de todos los tamaños, inundaron
progresivamente el árido terreno que en cuestión de días se quedó corto ante la
masiva invasión de visitantes, provenientes de los 23 estados del país, que se
concentraron en el improvisado campamento para festejar el octavo aniversario
de la organización oficialista Juventud del Partido Socialista Unido de
Venezuela.
Más de una treintena de surtidores de agua, decenas de
baños portátiles, remolques de servicios médicos, quioscos para venta de
comida, una cama elástica y hasta dos tarimas para eventos musicales fueron
instaladas en el campamento, resguardado 24 horas por centenares de policías,
militares, bomberos y funcionarios que se encargan de prestar atención a los
miles de jóvenes.
"Es una vacación que tenemos que disfrutar, y
como sea la disfrutamos. No importa cómo tenemos que dormir, si amanecemos. Hay
que disfrutar todo esto", afirmó emocionado Kelvin Miranda, un estudiante
de Ingeniería Informática de 20 años, mientras permanecía sentado en la hamaca
que amarró entre dos escuálidas palmas, misma que ha convertido en su cama y
hogar durante los días del campamento.
A pesar del sol abrasador, Miranda se muestra
imperturbable mientras acomoda su gorra, muy parecida a la que usan los
cantantes de hip hop, y sus lentes de sol que le permiten tapar las pocas horas
de sueño que tuvo tras el concierto que se extendió hasta el amanecer del
conocido grupo venezolano Los Cadillac's y el popular cantante colombiano
Maluma.
"El gobierno tuvo la facilidad de traer a Maluma,
un artista internacional de gran escala. ¿Qué más podemos hacer
nosotros?", agregó.
Miranda negó que los organizadores les estén dando
dinero a los campistas y dijo que viajó desde la localidad oriental de
Carúpano, estado Sucre, en un autobús del Estado con todos los gastos y
alimentos pagados, y que su familia, de origen humilde, le dio algo de dinero
por si surgía algún imprevisto.
"Es una cosa muy importante decirle no al
capitalismo, al imperialismo", señaló José Luis Rodríguez, un estudiante de
educación media de 14 años, al explicar las razones que lo llevaron a sus 11
años a unirse a la organización juvenil del oficialismo y participar en el
campamento en la Isla de Margarita.
Mientras se acomoda en la cabeza una gorra roja con
los ojos del fallecido Hugo Chávez impresos, Rodríguez no duda en descartar que
el movimiento oficialista enfrente algún riesgo ante la severa crisis y un
eventual referendo revocatorio de mandato de Maduro, y asegura confiado que la
"oposición no sabe a dónde ir. La oposición en realidad no tiene límite de
convocación, no tiene gente, sino que ellos se aprovechan de la
situación".
"¿Qué país en el mundo no tiene crisis? Todos los
países están en crisis. Más bien Venezuela ha hecho bastante porque mayo fue
uno de los meses que más nos dieron", acotó el adolescente que viajó más
de 12 horas en un autobús estatal, junto con dos centenares de oficialistas,
desde el estado costero de Carabobo para participar en el campamento.
"La perturbación es total porque colocan música a
muy alto volumen toda la noche hasta la madrugada todos los días. Segundo, el
olor que despide el campamento es terrible porque es un olor mezclado entre
humo, leña, comida, excrementos", dijo Ibraim Mata, un chef de 44 años, al
describir las penurias que enfrenta su comunidad de Costa Azul tras la
instalación a inicios de semana del "campamento revolucionario".
Mata relató que sus vecinos todas las noches realizan
"cacerolazos" para protestar la presencia de los oficialistas.
"Están allí para hacerle bulto y hacerle barra a
Maduro", afirmó el chef al asegurar que el gobierno "importó" a
esos jóvenes seguidores porque "aquí en la isla encontraron que nadie los
quería".
A inicios de mes Maduro enfrentó una protesta en la
barriada pobre de Villa Rosa, ubicada en el sureste de la Isla de Margarita,
cuando un grupo de habitantes salieron a sonar ollas y cacerolas durante una
visita que realizó el mandatario al lugar. El vicepresidente venezolano,
Aristóbulo Istúriz, atribuyó el incidente a una acción planificada de
"grupitos", pero admitió que el evento generó un gran impacto
mediático del que se aprovecharon opositores.
Fuente: Enl Buevo Heral