Monseñor Adriano Ciocca obispo de la diócesis de Sao Félix de Araguaia denuncia la devastación ambiental de la Amazonia
LUIS MIGUEL MODINO, RD, Brasil.- Una de las misiones de todo cristiano es ser profeta, una dimensión que poco a poco la Iglesia ha ido perdiendo. Frente a esta actitud, todavía existe gente que no tiene miedo a estar al lado de personas y realidades que son agredidas, maltratadas, explotadas.
La Madre Tierra, la Pacha Mama, nuestra Casa Común, es constantemente asediada y esquilamada por gente que sólo piensa en el lucro, indepedientemente de que éste sea a costa del sufrimiento de todos.
Monseñor Adriano Ciocca es obispo de la Prelatura de São Félix do Araguaia, la misma donde desde su llegada a Brasil, en un ya lejano junio de 1968, ha vivido uno de los grandes profetas de la Amazonia, Pedro Casaldáliga, defensor de los pobres y de la Casa Común.
Nacido en Italia, Monseñor Ciocca, llegó a Brasil en 1979 para trabajar como misionero FideiDonum en el Nordeste brasileño, donde permaneció, primero como padre y más tarde como obispo, en las diócesis de Petrolina y Floresta do Navio, de donde fue obispo desde 1999 a 2012, momento en que, como él mismo resalta, "tras mucha insistencia del Nuncio", se trasladó a esta Prelatura situada al sur de la región amazónica.
Monseñor Ciocca es un obispo de una simplicidad extrema, de aquellos que se mezclan con la gente. Sandalias de goma, cruz de madera como pectoral, no le importa recorrer largas distancias en autobús por carreteras polvorientas, alguien que está distante de paradigmas episcopales que muchos quieren preservar a toda costa. Como alguien que asume la dimensión profética de la vida cristiana, no tiene miedo a denunciar situaciones injustas, aunque eso pueda conllevar enfrentarse con los que mandan o controlan el entramado social.
En una reciente entrevista a Radio Vaticano, el obispo de São Félix do Araguaia, no ha dudado en denunciar cómo el cultivo de soja está acabando con la región donde es pastor, y lo que es peor, cómo está haciendo que los más pobres, pequeños agricultores (presentes en 14 de los 15 municipios de la prelatura) y los pocos indígenas que todavía sobreviven, se vean cada vez más amenazados por un agro-negocio cruel y sin escrúpulos, que envenena las tierras, las aguas y a las personas, pues "el avance la agro-industria parece no tener freno".
Monseñor Ciocca resalta que "al llegar al Valle del Araguaia, que es el Territorio de la Prelatura, oí muchas historias de las familias a las que visté -pasé un año y medio visitando una por una las comunidades- y me dijeron que hace 40 años allí era todo selva y vegetación. Ahora, en la región, no hay más selva ni vegetación, sólo enormes extensiones de soja y maíz".
Estas actitudes nos ayudan a descubrir la necesidad de cuidar de la Casa Común, de no tener miedo de denunciar aquellas situaciones que impiden la continuidad de la Vida. Callarnos, sobre todo cuando son realidades próximas, nos hace cómplices de un sistema económico injusto que mata, como bien nos recuerda el Papa Francisco en la Laudato Si.
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