Se están acelerando las violaciones a la Constitución por parte del Gobierno.
Por: José Antonio Gil Y
Si ellas fuesen acompañadas de un crecimiento del bienestar popular, puede que el reto de mantenerse en el poder fuese manejable. Pero la realidad no dice eso. Para el 94% la situación país es negativa y el 68% responsabiliza al Gobierno; 79% evalúa negativamente la gestión de Maduro; 73% al PSUV; 69% a la FANB; 71% al CNE; y el 70% al TSJ. No estamos frente a un despotismo ilustrado; todo lo contrario. Por eso el 76% votaría por revocarle el mandato al Presidente; y en próximas elecciones el 80% votaría por candidatos no oficialistas.
Estas perspectivas han acentuado que el oficialismo incurra en violaciones a la Constitución como las de descarrilar el revocatorio, desconocer las leyes aprobadas por la Asamblea, posponer las elecciones de gobernadores, aprobar el Presupuesto vía TSJ, ignorar el abandono del cargo y la consiguiente elección presidencial en 30 días, entre otras. Pero esta ruta es un espiral que cae en barrena.
Pero hay asideros para el Gobierno y, aunque éstos se agoten, aparecen otros. El primero, las debilidades de la MUD. Este gobierno está en pie por la desarticulación de la oposición, falta de estrategia unificada (silencio, calle o diálogo) y falta de propuestas alternativas. Aun así, todos los números de la MUD son mucho mejores que los del oficialismo. Segundo, el Gobierno encajonó opináticamente a la oposición en un diálogo y logró sustituir el revocatorio por unas peticiones, las cuales aceptó, pero luego incumplió. De allí que el 67% evalúe mal el diálogo. Tercero, el Gobierno le da presupuesto a Henri Falcón y libera a Manuel Rosales, luego Avanzada Progresista o UNT han roto filas en tres posturas de la oposición. Y ahora veo que el Gobierno se está haciendo el loco con las elecciones de gobernadores y alcaldes, pero pudiera convocarlas a última hora, después de afinar los CLAP con el incremento de los ingresos petroleros y contando con que una oposición sorprendida que, además, se dé el lujo de presentar varios candidatos por cargo a cuenta de que “esto está ganado”.
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