Por: Aarón Rodríguez Moro
Este 24 de diciembre resultó ser el de las navidades más tristes y apagadas que recuerdo en mi vida, no parecía una noche buena, el ambiente en las calles no deslumbraba alegría, y es que la crisis por la que atravesamos no ha tomado vacaciones este diciembre, entre la inseguridad, los altos costos de los alimentos, juguetes y ropa celebrar estas navidades como estamos acostumbrados resultó muy cercano a lo imposible.
En una nación donde la mayoría tuvo que gastar sus aguinaldos en comida y medicinas, poder cumplir con el Niño Jesús para los más pequeños puede significar una odisea, en especial si no se pudo tomar previsiones y comprarlos con anticipación para vencer a la galopante inflación que marca nuestra economía. En mes y medio una bicicleta de las más simples y pequeñas pasó de 55 mil Bs. a costar más de 140.000 Bs, una consola de juegos costaba 600 mil Bs, y en el mismo tiempo alcanzó el millón setecientos.
Es por esta razón en muchos hogares los niños que ya conocen la verdad sobre quién es el encargado de comprar los juguetes para navidad, prefirieron colocar en sus cartas deseos para un mejor país, esperando que en el 2017 reine la paz, el amor y la unidad en cada uno de los venezolanos, en lugar de ser niños, y aprovechar la época para pedir los juguetes de la temporada.
Si a esto le sumamos que muchas familias no pudieron reunirse por completo, porque además de que muchos hogares ya están dispersos por el mundo, huyendo de la situación de nuestro país, en muchos casos los que siguen aquí prefirieron quedarse en sus casas a disfrutar de las fiestas con su núcleo familiar por temor a salir en la noche y hacerle frente a la inseguridad de nuestro país.
Definitivamente Maduro nos robó las navidades a los venezolanos, con sus políticas económicas erradas, con su terquedad para asumir y enmendar sus errores. Este año preparar una hallaca, un alimento que fue inventado por los esclavos venezolanos es todo un lujo, porque los sueldos venezolanos se los come en minutos la inflación.
Pero a pesar de que el panorama es desalentador no podemos perder la esperanza, porque siempre se hace más oscuro justo antes del amanecer. No será un camino sencillo, pero ya el pueblo venezolano despertó de ese letargo en el que estaba sumido, y ahora debemos mantenernos juntos porque sólo así lograremos reconstruir el país que todos soñamos, la mejor Venezuela.
La patilla
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