…o por la libertad
Por: Peter K. Albers
CASO CLÍNICO
Está enfermo. Muy enfermo, en estado terminal. De no aplicársele un tratamiento drástico, seguramente morirá. Cuando un tumor maligno se aloja en un cuerpo es necesario intervenir para extirparlo. O, peor aún, a veces es necesaria una dolorosa amputación.
La enfermedad comenzó hace ya unos diecisiete años, cuando el entonces sano se emborrachó, tal y como lo venía haciendo desde hacía unos cuarenta años, embrutecido por un súbito incremento en sus cuentas bancarias, gracias a inmensas riquezas heredadas. En medio de su euforia, producida por una bonanza no trabajada y que por lo tanto derrochaba sin control alguno en viajes, fiestas, ingesta de finos licores, opíparos banquetes y extravagancias propias de un jeque, no midió el negativo impacto que su desenfreno causaba entre quienes le rodeaban, no tan afortunados como él, y quienes contemplaban desde lejos, famélicos, los banquetes del ahora moribundo.
El enfermo se agravó cuando un falso médico se presentó prometiendo curar sus dolencias. Ofreció remedios milagrosos y prometió mejorías que nunca ocurrieron, mientras metía las manos en los bolsillos del ingenuo enfermo. Nunca sabrá nadie cuánto fue lo que robó el falso médico al enfermo. Mucho menos cuánto le robaron los “ayudantes” que secundaban las promesas de una mejoría que nunca llegó. Por el contrario, el enfermo empeoró, y llegó el momento en que toda su fortuna se perdió entre lo robado por el médico charlatán y sus ayudantes, al punto de que ya no le quedó dinero para comprar medicinas ni alimentos. Para agravar el asunto, la enfermedad le impidió trabajar para producir lo que necesitaba, y se gastó lo que en abundantes cantidades tenía en moneda extranjera, por lo cual tampoco puede importar lo necesario para su curación.
Pero el espíritu de supervivencia es milagroso. Muchos de los que creían ayudar al falso médico (quien murió y fue reemplazado por otro curandero peor) han ido dándose cuenta del error cometido, si bien todavía les cuesta admitirlo y se aferran a una idolatría por el curandero muerto y culpan al sucesor del progreso de la enfermedad, a causa de las prescripciones erradas y del daño causado por los agresivos virus que han minado su salud.
El tumor maligno ha ido creciendo, haciendo metástasis en otros organismos, quedando muy pocos sanos. Hasta han mutado algunas células en unos perversos seres, a los cuales la ciencia ha bautizado como “Genoma Neo Biótico” y “Pólipo No Benigno” que con ferocidad destruyen a las células que tratan de combatir el deterioro progresivo del enfermo.
Las células sanas han recuperado su natural tendencia a la autodefensa, y luchan por salvar al enfermo, saliendo aquéllas de un extraño letargo, producido por una droga extraída de una planta, descubierta por alquimistas al servicio del falso médico, y a la cual le pusieron el nombre científico de “Cucurmínea Lobuliforme” de la familia “Apechugata Perennis” (CLAP).
Todavía el enfermo tiene posibilidades de curación. Habrá que acabar con los malignos virus y salir del letargo en que cayó por la droga.
Pero las células sanas, encargadas de combatir la enfermedad, deben multiplicarse, haciendo un gran esfuerzo, conscientes de que muchas caerán en la lucha, y sacándolas de alguna parte, las fuerzas que el débil organismo no puede proveer.
El mal recurre a otros trucos. El falso médico ha inventado un engañoso reconstituyente que, de lograr que el enfermo lo ingiera, terminará de anular todas las defensas del organismo agonizante. Le será difícil.
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