¡Asesinos!


¡Asesinos!

Por: Gustavo Tovar-Arroyo  
        @tovarr

Dardos de honor

Reconozco que a veces mi uso de la palabra como filosa hacha demoledora de inmorales, injustos y criminales me excede; no me controlo. Son tantas las injusticias chavistas, tantas las inmoralidades, tantos sus crímenes que es imposible contenerse. Poeta maldito o maldito poeta, soy humano, demasiado humano, suelo atropellar para honrar mi propia naturaleza cimarrona de venezolano que no se doblega ni se hinca; de venezolano que se rebela ante la tiranía socialista; de venezolano blasfemo que jode con fruición al chavismo.

Y los excesos de tono, los dardos de honor en el narcotraficante tercer ojo del cíclope chavista, no miento, me distraen, me animan.

No hay nada como verlos caer enceguecidos y ofuscados.

Lo humillante del despido

El tiempo venezolano no permite sosiego. Una mezcla furiosa de rabia, indignación, incredulidad y vergüenza nos sobresalta y sacude a cada instante. Saltan chispas desde el fondo de nuestro espíritu cada vez que un chavista comete un crimen. Y son tantos y son tan variados, que es difícil, muy difícil, aguantar la exaltación de ánimo.

Cuando escribí mi último artículo: “Delcy, la jinetera del apocalipsis chavista” tenía una sola y única idea, que el tarado de Nicolás cayera en la trampa y despidiera a la histérica, que la mandara para el carajo de una vez por todas. Y lo logré.

Lo único que me sorprendió -debo confesarlo- fue lo humillante del despido, pese a que lo celebré, nunca imaginé que la mandaran para el carajo de manera tan fulminante y atroz.

¿Me pasé?

El psicópata letal y sus limosnas

La peste chavista -y sus apestados- enloquecen conmigo, todavía no entiendo que oscura fascinación ejerzo sobre ellos, acaso sea un hechizo heredado de su sátrapa infinito, Hugo Chávez, que lanzó bombas en mi casa, me mandó a golpear, me secuestró, que amenazó y persiguió a mis hijos y que hasta intentó comprarme, pero fuere la que fuere la causa por la cual produzco delirios en ellos, me divierte. Soy un pecador, he pecado mucho contra el chavismo, de pensamiento, palabra (sobre todo de ella), obra, pero jamás de omisión.

Cuando me llaman: radical, ultraderechista, conspirador, vendido del imperio, desestabilizador, golpista suave, traidor, terrorista, prófugo o como recientemente: psicópata letal, no puedo evitarlo, quiero aplaudir de agradecimiento.

De ahí que cada vez que me topo a un chavista no pierdo la oportunidad de lanzarle algún billete o moneda a los pies como limosna para que se arrodillen y me muestren su encorvada miseria. Soy dadivoso y lo disfruto. La limosna más que una humillación es una enseñanza.

Les arrojo migajas de moral.

El último de los mendigos chavistas

No conocía muy bien al último mendigo chavista que me topé en Cancún en el marco de la Cumbre de la Organización de Estados Americanos (OEA). Creo que no lo había visto jamás o no lo recordaba. Perro faldero al fin, mascotita del chavismo, no tenía idea de quién era.

Cuando me abordó para amenazarme de muerte por mi activismo y por mis “malditos” escritos (¿poeta maldito?), sentí -no miento- la misma sensación de ladilla e incomodidad que siente uno cuando un ruidoso chihuahueño nos atormenta y ladra a los pies.

Sé que provoca caerle a patadas (a los diminutos chihuahueños), pero somos activistas de la noviolencia y por extensión también protegemos animales. No los agredimos. Nuestro problema en todo caso es con los dueños de la perrera dictatorial, no con sus chihuahueños, por ellos sentimos ladilla y lástima.

Basta un breve “¡bu!” moral para corretearlos mientras huyen despavoridos. El chihuahueño Moncada ante el ¡bu! chilló de impotencia.

Nicolás lo consoló.

Samy “el chihuahueño” Moncada

Samy “el chihuahueño” Moncada exageró cuando dijo en una entrevista que yo me había burlado de él y que lo había humillado. No lo hice. Simplemente le di una lección de asco, sí, de asco humano, nada más. No debió provocarme, mucho menos amenazarme.

Pese a que lo corretee, no lo iba a golpear. Soy activista de la noviolencia y protector de animales; sería incapaz. Eso sí, debió recoger la limosna porque pronto se quedará sin empleo y en la cárcel sufrirá hambre.

Es alarmante que Nicolás “el tarado” Maduro haya seleccionado a Samy “el chihuahueño” Moncada como sustituto de Delcy “la jinetera” Rodríguez por el único mérito de haberme amenazado de muerte. Eso muestra el tiempo criminal que se aproxima y la incontrolable fijación que sienten por los que no nos doblegamos ante ellos.

Eso muestra que la moral enceguece a esos pobres diablos.

Su fin está muy cerca.

¿Cuántos niños más van a matar?

Al margen del sarcasmo y la mordacidad, del hacha verbal, los dardos de honor, de mis burlas a la jinetera, el tarado y el chihuahueño, debo develar que he estado muy triste, desgarrado por los viles asesinatos que ha cometido el chavismo contra nuestros niños héroes. No puedo dominar mi desolación e ira.

Sabíamos que el chavismo era una miserable peste, lo que no imaginábamos era que fuese tan infame y macabra. ¿Asesinar niños? ¿Interrumpir sus ideales? ¿Destrozar su sueños? Sólo por conservar el ilícito negocio del narcotráfico. Es demasiado.

Salir del chavismo no sólo es una obligación histórica, es un deber moral. Los próximos dos meses serán cruciales para lograrlo. Nos tenemos que jugar el todo por el todo. Actuemos con astucia. No vacilemos, que no exista duda. Saquemos a esos malandros del poder por asesinos. Sí, asesinos, desde el 4 de febrero siempre lo han sido. No cambian, no cambiarán.

Sesenta días y habrá nacido una nueva Venezuela, la nuestra.

Llegó la hora de la libertad, nuestra hora.

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