Un altar para Neomar Lander en el lugar donde cayó


Un altar para Neomar Lander en el lugar donde cayó

El lugar donde cayó el adolescente insigne de las protestas en Venezuela se ha vuelto un altar. Sin importar el caos del tránsito capitalino, durante todo el día las personas llegan, lloran, hablan entre sí, toman fotos, señalan hacia los edificios, calculan la distancia que lo separaba de la Policía Nacional y discuten sus propias teorías.

En la baranda del pequeño elevado que divide las avenidas Francisco de Miranda de la avenida Libertador la gente ha dejado colgados globitos, flores, franelas, mensajes y fotos de Neomar Lander. 

Una mujer se aferra a una de esas barandas y llora en silencio, su nariz roja la delata a pesar de tener la cara mirando al suelo. 

Es imposible no hacer una pausa en el lugar. Algunos llegan en motos, caminando, esquivan los vehículos y se detienen para ver la escena. “Hay un ambiente pesado”, dijo una señora acompañada de dos liceístas que decían conocerlo. Una de ellas se frota ambos brazos.

Durante todo el jueves y el viernes ha pasado la prensa, los investigadores del CICPC y la Fiscalía, hacen entrevistas, toman fotos y videos, miden y se van. La sangre en el asfalto no ha sido borrada por los neumáticos, o por lo menos no del todo. 

Una mujer se encarga de colocar pegamento a los afiches con el rostro de Neomar, decenas de veces retratado por la prensa nacional e internacional que ha registrado dos meses de resistencia pura y dura de un grupo de jóvenes que se sabe sin futuro. 

Sus compañeros insisten en mantenerse en el calle, ahora con más motivos; mantener viva la memoria de uno de sus soldados. 

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