June 14, 2025

En busca del gentilicio perdido Por: yasmin nuñez



Por: yasmin nuñez

Nos hemos convertido en el modelo de lo que ningún país quiere ser. Apenas comienza una campaña electoral en cualquier lugar de Latinoamérica, basta para que algún candidato nos tome como referencia para advertir a sus conciudadanos que no se equivoquen a la hora de votar porque si lo hacen corren el riesgo de ver su país destruido como Venezuela.

Desde hace mucho tiempo dejamos de ser la “Suiza de América”. Perdimos ese cómodo nivel de vida que nos permitía estudiar, trabajar, vivir con cierta comodidad y viajar con frecuencia al extranjero como alegres turistas que compraban de todo porque nos parecía barato, despreciando muchas veces los paradisíacos destinos nacionales para jactarnos entre familiares y amigos de los viajes al exterior.

Hoy a Venezuela ya no la miran como la cantera de talentosos peloteros de la talla de Luis Aparicio u Omar Vizquel, o de brillantes científicos como Humberto Fernández Morán o Jacinto Convit. Ni siquiera nos recuerdan como la cuna del gran Simón Díaz y su “Caballo viejo”.

Hoy, tristemente, nos hemos convertido en un país exportador de delincuentes de toda clase de género criminal: narcotraficantes, testaferros, estafadores, asesinos, carteristas, etc. Ya no somos la tierra de las mujeres más bellas del mundo, sino el de las prostitutas bonitas y baratas que traspasan las fronteras para vender sus cuerpos por unas pocas monedas y así comprar alimentos y medicinas que aquí no se consiguen, abarrotando los prostíbulos de Colombia, Panamá y algunas islas del Caribe.

Ni siquiera destacamos como referencia democrática del hemisferio occidental, pues de esa casta de aguerridos líderes políticos que enfrentaron con coraje la que hubiéramos deseado fuera la última dictadura militar, la de Marcos Pérez Jiménez, no quedan sino cascarones vacíos, salvo contadas y honrosas excepciones de hombres y mujeres que sacrificaron su libertad para así denunciar ante el mundo la desesperante situación que vivimos los venezolanos, hundidos en la más espantosa miseria por la irresponsabilidad de un hombre que nunca debió asumir las riendas de Venezuela.

En Miami nos miran con lástima y desprecio a partes iguales, sin recordar que mucho del progreso alcanzado por esa ciudad se logró gracias al capital invertido por venezolanos. En Panamá les piden a nuestros compatriotas que regresen a Venezuela y sigan la “dieta Maduro”, pero cuando llegaron a suelo panameño multitud de emprendedores venezolanos a invertir allá, los recibieron con los brazos abiertos. En Colombia nos llaman con desdén “venecos”; y nos convierten así en algo así como una clase de peste indeseada para nuestros vecinos, olvidando que cuando los colombianos huían de los combates entre las guerrillas comunistas, los paracos y el ejército, aquí se les permitió vivir y progresar.

Atravesamos los momentos más aciagos y oscuros de nuestra historia, vivimos angustiados por la pérdida del bienestar, del poder adquisitivo, de la educación de calidad, entre tantas cosas que hemos perdido, pero también sufrimos por la pérdida de nuestro gentilicio. Recuperarlo va a ser una tarea tan dura como la de restablecer las instituciones democráticas y el respeto a la Constitución y a las leyes.

Tenemos por delante muchos retos y uno de ellos es ganarnos el derecho de andar de nuevo con la frente en alto, sin que el resto del mundo se compadezca de nosotros por lo que estamos viviendo.

Si quienes están llamados a liderar nuestra nación no entienden o no quieren entender que el camino de la recuperación pasa por el rescate de nuestro gentilicio y lo que ello representa, habrá que dejarlos abandonados en el camino para alinearnos con líderes que sí estén dispuestos a luchar por la recuperación del país, más allá de la conquista electoral de una alcaldía, una gobernación o un curul en la Asamblea Nacional, incluso la conquista de la mancillada silla presidencial.

Llegó la hora de iniciar la cuenta regresiva para el rescate de nuestro amado país. Y para tal fin debemos ser capaces de liberar a Venezuela de tanta ignominia, de mirarnos como hermanos en vez de vernos como enemigos irreconciliables, de respetarnos en vez de odiarnos por pensar distinto, de imponer la justicia en lugar de la venganza, de restablecer el orden para acabar con el caos, de exigir currículo en vez de prontuario criminal, de lograr que los jóvenes prefieran llevar un libro que portar un arma, de restaurar los valores de decencia frente al pillaje actual, de enfrentar con hidalguía a quienes rebosantes del dinero saqueado a la nación nos quieren obligar a aceptar la pobreza como destino. Debemos lograr que los delincuentes comunes vuelvan a sus celdas y los presos políticos regresen a sus hogares.

Solo así seremos dignos de transitar por el camino de la Venezuela próspera y libre que tanto anhelamos, y cesará así la búsqueda del gentilicio perdido.

Luchemos con todas nuestras fuerzas para volver a sentirnos orgullosos de responder en voz alta, cuando alguien nos pregunte, que somos venezolanos.

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