Posted by Caraota Digital
Decidí escribir acerca de la voluntad luego de leer un análisis de Jhon Paragoles donde compara los postulados de Kant y San Agustín. En sus propias palabras, “una acción es buena, cuando está hecha por amor, cuando procede radicalmente del amor Dei.”
¿Qué guía el curso de nuestras acciones? Toda decisión devino de un pensamiento previo. Sin darnos cuenta procesamos alternativas a toda hora y en todo momento. El libre albedrío trajo consigo la complejidad de evaluar qué haremos a cada instante. Podemos escoger con la dictaminada moral del deber ser o imponernos a justas con nuestro criterio más egocéntrico.
Recientemente conocí un nuevo sinónimo a la palabra paradoja: aporía. Cuando tomamos un camino, puede ser que este no sea ni bueno ni malo, sino bueno y malo al mismo tiempo. Para sostener algo, necesitas soltar otra cosa. Nuestra voluntad, entonces, no puede ser juzgada desde el bien o el mal, simplemente es nuestra determinación de hacer bajo la dirección que le otorga el ser como constitución de nuestra esencia.
La voluntad supera la intención. La voluntad está expresada en el hacer que las cosas que queremos hacer sucedan, ocurran. La voluntad es energía porque transforma el pensamiento en una decisión, en un resultado. Podemos estar presos de nuestro propio pensamiento dando direcciones erráticas a nuestra voluntad. La voluntad para el todo supera nuestra humana capacidad, la determinación debe tener foco y todo esfuerzo un objetivo.
El cómo nos sentimos luego de tomar una decisión es crucial para nuestra voluntad. Siempre existe la posibilidad de repensar, por ahora la ciencia aún no nos permite, regresar. Y ahí existe un condicionante especial: de seguro hemos querido deshacer alguna acción y en la vida real, eso no es posible, todo lo que sucede, forma parte ya del pasado, porque ocurrió y no puede ser modificado. Lo sucedido no se puede modificar en su origen, se puede transformar en el presente.
La voluntad se nutre de la virtud de ser feliz, pues nuestras acciones pretenden en todo momento satisfacer la necesidad de haber tomado la mejor decisión. Sin embargo, para aprender, debemos asumir que no hay mejores o peores decisiones. Son cursos de nuestra voluntad que respondieron a un momento, un pensamiento y sentimiento particular.
Cuando dejamos de juzgar la voluntad del otro y la nuestra, aceptamos la realidad y sólo desde ahí tenemos oportunidad de intervenirla. Al librarnos de la culpa asumimos la responsabilidad. Inconscientemente he practicado mucho de esto. Entender que tengo la potestad de darle dirección a mi voluntad me ha otorgado la libertad de decidir. Todo lo que emprendo lo asumo desde mis razones, sin pretender que sean buenas para todos, al menos cuido que no vayan en contra de mi propia voluntad.
¿Con voluntad, cuáles son tus posibilidades?
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