Por: Americo Martin
“El más grande es Alí”, dijo el interfecto con sus propias palabras, que deberíamos dar por verdaderas. ¿El mejor de la Historia? Difícil saberlo, pero viendo su desenvolvimiento dentro y fuera del cuadrilátero, creo complicado encontrar alguien más espectacular.
Vuelo de mariposa y picada de avispa.
El boxeo es un deporte salvaje; sin embargo, no se limita a golpear; tan o más importante es anticiparse al otro y con ágiles movimientos recolocar el asunto: eso que los gringos llaman side steps. De ahí que aun en actividades tan cruentas como la guerra y el boxeo, la fría razón predomina o debe hacerlo sobre la ardiente pasión, por muy necesaria y legítima que ésta sea. Alí golpeaba muy bien, pero era mejor defendiéndose y descifrando al rival.
Dada la imposibilidad de matar al último enemigo o de morir el último amigo, la desgarradora guerra entre EEUU y Vietnam, la carnicera guerra federal venezolana de 4 años y la colombiana de 67 (no de 53, como se dice) concluyeron en tratados de paz, lo que supone una frase previa de negociaciones.
No entro a discutir los contenidos de tales documentos, si fueron los mejores o los peores, sino el cese de las acciones bélicas en virtud de ellos, en tiempos de Kissinger-Le Duc Tho, y de Páez-Falcón del Tratado de Coche y de Santos-Timochenko. Los tres fueron tenidos como excesivamente condescendientes, no lo sé, no lo discuto, pero observo que nadie o casi nadie objetó la negociación, como tampoco lo hizo la izquierda histórica venezolana. Aferrada a los vagos ideales zamoranos solo reprochó la pregonada “traición de Coche”, envuelta en el acuerdo Falcón-Páez decretando en 1853 el fin de la desoladora guerra federal. El documento fue elaborado por sus segundos, los brillantes Guzmán Blanco (Falcón) y Pedro José Rojas (Páez). Oscuros colaterales revelarán la deshonestidad de ambos repartirse, por ejemplo, el préstamo de Baring Brothers. Aun así, la diezmada Venezuela respiró cuando se detuvo el intercambio de balas, la esgrima de lanzas y se vaporizó el pánico en los hogares.
En 2017 se suscribió el Tratado Santos-Timochenko destinado a concluir la más larga guerra civil entre las muchas padecidas por los agobiados hermanos colombianos. La última negociación Pastrana-Marulanda tenía que frustrarse pero el notable esfuerzo del presidente se justificó.
–¿Lo engañó Marulanda, señor Presidente?
–A mí no, engañó a Colombia.
Como lo explico en mi libro La violencia en Colombia (Los libros de El Nacional, editorial Cec s.a. 2010) escrito más de dos años antes de ser publicado –culpa mía, no del editor–, Marulanda aprovechó la negociación solo para ganar tiempo y notoriedad y lo que logró fue el descrédito de manipular equívocamente el arma de la paz. Logro de Pastrana.
Marulanda no negociaba seriamente porque esperaba vencer en la pauta del fidelismo y sandinismo. Con los despiadados golpes propinados por los presidentes Uribe y Santos, los sucesores de Marulanda, Cano y Timochenko, perdieron la esperanza anidada en la cabeza del legendario Tirofijo.
En el libro mencionado señalo que ahora sí se abría una senda distinta. Las FARC no podían ganar la guerra y optarían por un acuerdo que les permitiera sobrevivir políticamente. Con 8 mil hombres armados no alcanzarían el poder pero seguirían las muertes y la destrucción. Considero un acierto la negociación. También lo creen así Uribe y Pastrana, sin aceptar lo que consideran concesiones inmorales. No lo sé, no lo discuto, respeto sus opiniones, pero en cualquier caso me parece que los colombianos deben haber respirado de veras.
En la Venezuela de hoy, 2017, no hay una guerra pero sí una represión homicida. No se busca aniquilar hasta el último hombre de una dictadura muy impopular pero súper armada, ni de derramar heroicamente la última gota de sangre de la resistencia, sino de combinar las más variadas energías para el triunfo de la agenda democrática y la redención del país que el régimen ha sepultado.
La ANC fue un fracaso total prueba de lo cual son los efectos que están incidiendo en la integridad del sistema. Mencionaré cuatro:
1) más de 40 países denuncian el fraude y no reconocen la ANC. Postulan una solidaridad efectiva, no retórica, con los perseguidos y hambreados venezolanos
2) el ausentismo sin miedo en los centros de votación visibiliza el desmoronamiento del oficialismo. Las cifras inventadas por el CNE han sido objeto de befa mundial
3) la denuncia documentada de Smarmatic es un terremoto, asimismo lo son las condenas en el chavismo contra la ANC. Se desprenden tres parlamentarios del oficialismo, fundan su valiente bloque parlamentario y se incorporan a la AN. Es la radiografía de una indetenible decadencia, acelerada por el fraude del domingo
4) se oyen insistentes críticas de militares superiores. Aparentemente no son voces solitarias.
El pronóstico para el régimen ya era negativo; ahora es peor. Sus males se interconectan. ¡Ni soñar con superar la horrenda crisis económica! Todavía más con un mundo que han puesto en su contra y una oposición a la que quieren aplastar y no pueden. Una mágica urdimbre ha unido la colosal victoria del 16-j y el triunfo opositor indirecto del 30-j, erigido éste sobre los escombros de una ANC que se inoculó su propia ponzoña.
Laboratorios anónimos rebajan infructuosa, inútilmente, a la condición de traidores a quienes propongan políticas versátiles para coronar la bravura estudiantil, la resistencia popular y la experiencia acumulada.
Reunificaremos, redimiremos a Venezuela, con inteligencia y coraje cívico. ¡Precisamente los dos componentes del prodigioso boxeo integral proclamado por el pugilista más brillante del mundo!