Para decirlo en letra de tango, después del megafraude del 30 de julio en Venezuela, el castrochavismo resbala “cuesta abajo en su rodada”. Ya no lo salva ni Bambarito.
La patética alianza comunismo cubano (Raúl Castro-Maduro-Padrino), fundamentalismo musulmán (Hezbolá-Irán-Tareck el Aissami) y narcotráfico (FARC-Diosdado Cabello), en su derrota, solo le queda reprimir y tratar de dividir a la oposición democrática (casi el 90%) de la población.
Ahora es que el pueblo debe apretar en las calles. No caer en la trampa de negociaciones inconducentes ni aceptar premios de consolación, como unas elecciones municipales y regionales que solo servirían para darle un respiro inmerecido al fracaso castrochavista.
Al mismo tiempo, la gente democrática tiene que ser cuidadosa con su lenguaje y en sus confrontaciones. No podemos dejar de debatir porque eso sería aberrante. Pero debemos respetarnos. El que tiene una opinión diferente no es necesariamente un traidor o un vendido, sino un compañero al que tenemos que tratar de convencer.
El único acuerdo deseable en este momento es que el castrochavismo, ultra minoritario en Venezuela y aislado en el planeta, salga del poder, bien sea por elecciones generales, o por una acción cívico militar constitucional, si se emperran en desconocer la voluntad popular y siguen matando gente en las calles.
Estamos en la hora de las grandes decisiones. El secuestro de Ledezma, López, Baduel, los alcaldes, estudiantes, comisarios y demás presos políticos, demuestra que el gobierno no quiere entendimientos y está dispuesto a un genocidio antes que entregar el poder.
Pero los ciudadanos en la calle y el respaldo tan esperado de los militares democráticos, son la clave para un gobierno de transición cívico militar que convoque elecciones e inicie la reconstrucción y reconciliación del país.
El nefasto eje comunismo cubano-terrorismo musulmán-narcotráfico, tiene que irse…
Escritor, periodista y político venezolano.
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