Desnutrición, reaparición de enfermedades que se creían erradicadas y el hacinamiento en el hogar son solo algunas de las consecuencias de la creciente tasa de empobrecimiento que sufre Venezuela desde 2014. Por ello, en un país que no ha encontrado soluciones a la crisis generalizada, parece “fantasioso” pensar que la recuperación se dará de un momento a otro.
Y es que, de acuerdo con la Encuesta sobre Condiciones de Vida Venezuela (Encovi) sobre la evolución de la pobreza, desde el 2016 más del 80% de los hogares venezolanos están en esta situación y cerca del 52% lo viven de forma crítica o extrema.
La cifra dista mucho de la presentada el pasado agosto por el vicepresidente de Planificación y Conocimiento, Ricardo Menéndez, en el que aseguraba que la pobreza extrema descendió en el país durante el primer semestre de 2016, ubicándose en 4,4%.
Sin embargo, el índice presentado por Encovi establece una relación entre el costo de la canasta básica y el nivel de ingreso familiar en el que los hogares cuyos salarios estén por debajo de la cesta básica están en condición de pobreza, mientras quienes no alcancen a cubrir el costo de la canasta alimentaria están en pobreza extrema o crítica.
El pasado mayo la cesta básica pasó la barrera de los 1,4 millones de bolívares, al valorarse en Bs. 1.426.363,38, un incremento de 17,5% (212.343,18 bolívares) con respecto al pasado abril. Es decir, que una familia de cinco miembros necesita Bs. 47.545,44 diarios para adquirir todos los productos de la canasta básica, integrada por alimentos y otros productos y servicios de primera necesidad, de acuerdo con el Centro De Documentación y Análisis Para Los Trabajadores (Cendas).
Si se toma en cuenta que el salario mínimo integral hasta ese mes fue de 200.021 bolívares, con un sueldo base de Bs. 65.021 y un bono de alimentación de 135 mil bolívares, se estaría hablando de que los venezolanos apenas pudieron cubrir 14% del costo de la canasta básica.
Aún así la ayuda proveniente desde el Gobierno no termina de llegar en los sectores más bajos. Las 1.500 bases de misiones sociales que el Ejecutivo Nacional había prometido en las comunidades más vulnerables del país para subsanar la pobreza, aún no se ha materializado en su totalidad, según un informe de Transparencia Venezuela.
Esto mientras los datos de Encovi reflejan que, con una población estimada en más de 31 millones de habitantes, al menos cuatro millones 900 mil familias viven en estas circunstancias. Misma que empeora con el pasar de los días, gracias a una galopante inflación que se enfoca agresivamente en los precios de los alimentos, según el sociólogo y director académico de Cedice, Trino Márquez.
“El costo de los alimentos es cada vez mayor y como las personas destinan la mayor cantidad de sus ingresos a cubrir esta necesidad, la calidad de vida de los sectores más pobres tiende a ser peor, porque la comida cada vez cuesta más y es más difícil de conseguir”.
Ciertamente los precios al consumidor en la nación petrolera son cada vez más elevados. Cálculos del Fondo Monetario Internacional (FMI) señalan que Venezuela cerrará este 2017 con una inflación de 720,5%, que ya para el 2018 alcanzaría el techo de los cuatro dígitos ubicándose en 2068,5%. Lo que ha generado que el poder adquisitivo de los venezolanos vaya disminuyendo dramáticamente, pese a los aumentos salariales bimensuales que decreta el Ejecutivo desde septiembre de 2016.
Sin embargo, esto último pareciera ser el problema que menos dolores de cabeza dará al país en el momento en el que comience su recuperación.
Grietas difíciles de tapar de la pobreza
Disyuntivas como la desnutrición infantil no lucen como algo que se solucionará de la noche a la mañana. Estudios recientes muestran que ésta es una de las consecuencias más graves que ha traído el auge de la pobreza en Venezuela.
Un trabajo realizado por la Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría reportó que 80% de los niños menores de cinco años en el país presentan algún grado de desnutrición; mientras 20% de infantes de un año o menos padecen desnutrición severa.
Estos números se unen a los datos presentados por la organización Cáritas de Venezuela que revelan que de 787 niños de menos de 5 años de edad, 80 padecen de desnutrición moderada; 94 de desnutrición leve y 205 están en riesgo de padecer este mal debido a su bajo peso.
Esta misma crisis ha traído consigo el regreso de enfermedades asociadas al déficit nutricional que ya se creían erradicadas como la Pelagra o Kwasharkior, mal que se caracteriza por la aparición de manchas en la piel y perturbaciones digestivas y neurológicas, según la nutrióloga Livia Machado, quien revela que “en todos los hospitales del país” llegan constantemente niños en condiciones severas de desnutrición complicados con diarrea y desnutrición severa.
Esto debido a que la falta de nutrientes es una de las principales causas del empeoramiento de la salud, según instituciones como la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Parámetros de estos mismos organismos indican que es necesario consumir cerca de 2.200 calorías diarias que deben proceder de proteínas, vegetales y minerales. Algo que la mayoría de los venezolanos no están cumpliendo por culpa a la crisis.
“En Venezuela la calidad de la alimentación se ha deteriorado muchísimo y la gente consume menos proteínas de origen animal y se alimentan esencialmente con carbohidratos y harinas, y eso puede generar problemas de salud muy serios”, subraya Márquez.
A esto se le une otra grave dificultad que aqueja al país: el embarazo precoz. El sociólogo recalca que 20% de los embarazos venezolanos son de jóvenes menores de 18 años.
De hecho, Venezuela registra la más alta tasa de embarazo adolescente entre los países de la región suramericana con 101 nacimientos por cada 1.000 mujeres de 15 a 19 años de edad, según el diagnóstico mundial del Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa) realizado en 2012.
Pero el problema no ha mejorado desde entonces. El difícil acceso a los métodos anticonceptivos en el mercado ha incrementado los índices de embarazo precoz en el país, de acuerdo con las declaraciones de la coordinadora técnica de la Asociación Civil Niña Madre, Nubia Laguna, al diario El Impulso de Barquisimeto.
“La mujer venezolana hoy en día para poder utilizar anticonceptivos orales debe comprárselos a los ‘bachaqueros’ y estar cambiando de marca cada mes, dependiendo de lo que logren conseguir, ya que en las farmacias no hay”, dijo la vocera al portal larense, añadiendo que muchos jóvenes al verse limitados se resisten a tener relaciones sexuales seguras y protegidas, incrementándose en gran número los embarazos en las adolescentes.
Y esta es una de las fuentes más importantes de empobrecimientos del país. “Una joven que sale embarazada en la adolescencia es probable que su niño sea pobre, por lo que es una forma muy grave de reproducción de la pobreza en escala ampliada”, asevera Márquez.
Este problema parece venir de la mano de otro que estaría afectando a una gran cantidad de hogares venezolanos: el hacinamiento.
Números de la Cámara Inmobiliaria de Venezuela reportan que el país tiene un déficit de al menos tres millones de viviendas. Cifra que supera por mucho al millón 300 mil casas entregadas por el plan gubernamental, Gran Misión Vivienda, desde su inicio.
En palabras del sociólogo Márquez, esta situación ha derivado de la pobreza debido a que muchos jóvenes no tienen recursos para emprender su camino lejos de las casas de sus padres y, por lo general, forman sus propias familias bajo el techo de sus progenitores. “Afectando la calidad de vida porque cada familia necesita su propio espacio para su íntimidad con ciertas comodidades”.
Soluciones a largo plazo
Por todo esto los problemas generados por el empobrecimiento de los venezolanos no parecen tener solución en un corto período.
“Para cubrir esto se necesita un proyecto de largo plazo que hagan que estos déficit se vayan cubriendo de manera sostenida y paulatina”, alega Márquez.
A su juicio, todas estas medidas deben decidirse a través de un acuerdo global que involucre a los distintos sectores del país como trabajadores, empresarios privados y el propio Gobierno, en donde “se respeten las reglas del juego”.
“Para la recuperación económica basta con un programa económico, pero para que haya una recuperación integral debe haber un acuerdo global en el que se respeten las reglas del juego”.
Esto debido a que las grandes riquezas del país podrían servir de garantías para que naciones amigas e instituciones internacionales puedan prestar una ayuda financiera destinada a aliviar las carencias económicas que aquejan a Venezuela. Mientras la recuperación social se da en un pacto de largo plazo “porque el país tiene problemas muy graves y serios”.