Señoras(es) políticos, no prometan lo que no pueden cumplir. Digan la verdad, solamente la verdad y serán gratificados con el agradecimiento y el cariño de sus conciudadanos, quienes recompensarán el esfuerzo, no solamente con la frialdad del voto sino con el recuerdo y aprecio de un amigo.
Los grandes comprometidos: la Iglesia Católica, los partidos políticos y la ciudadanía. Líderes de la MUD y el PSUV, dirigentes partidistas, de esas militancias y simpatizantes, está la base real de lo que ustedes deberían estar haciendo. Ser radical es ir a las raíces, extremista es otra cosa.
La realidad, pero no como suelen verla, sino como realmente es.
No es suficiente, aunque algunos pueda parecerles, proponer y convocar grandes manifestaciones que, en sus manos, nunca llegan a los sitios anunciados. Esas concentraciones, por el contrario, reflejan una realidad que conocemos y también conoce el Gobierno. El calamitoso desplome en la popularidad y confianza en el régimen de Nicolás Maduro y sus partidos -sólo uno, el PSUV, los demás son adorno no siempre lucido-, y el peligroso crecimiento de la insatisfacción e indignación de la ciudadanía en todos los niveles socioeconómicos; muy especialmente en los que siempre tienen menos recursos, habitantes de las zonas populares que, por no tener, no tienen salarios suficientes para una vida digna, ni atención para su salud, ni seguridad para su día a día, ni siquiera una vivienda razonable, buenas calles ni transporte decente.
No existe político que no prometa protegerlos, ampararlos, cuidarlos; juran y aseguran que lo que deciden y hacen es por ellos, pero ni resuelven del todo ni muestran una presencia diaria en sus comunidades, no van a dar la cara y menos a poner el pecho con ellos frente a la delincuencia que los chantajea, intimida y asesina; no se preocupan a fondo por la adecuada educación de los niños y adolescentes ni por resolver los gravísimos problemas para conseguir a precios razonables alimentos y productos básicos, sin tener que aglomerarse frente a panaderías y automercados o ser víctimas de los sinvergüenzas especuladores. ¡No se imaginan lo indigno que se siente, no es posible percibir descarnadamente lo que no se conoce personalmente!
Es allí, señoras y señores, donde está la raíz de todo, los orígenes y la savia de la cual deben nutrirse. Con ellos el resultado es crecer y expandirse, pero al caminar sólo por las ramas sin conocer las fortalezas de las raíces, se corre el riesgo de caídas estrepitosas, cuando esos inicios son olvidados por politiqueros prepotentes y sumidos en sí mismos, dilapidadas sus esperanzas y deshilachados sus sueños, la consecuencia es que son abandonados, seducidos por cantos demagógicos y populistas de cualquier déspota carismático.
En Estados Unidos de Norte América termina de suceder lo inconcebible, nadie pudo predecirlo menos imaginarlo, los ciudadanos molestos, frustrados y decepcionados sufragaron contra lo establecido -status quo- y han cambiado la historia de más de doscientos años de democracia. Las consecuencias y efectos, internos como externos, aún están por conocerse. Es una muy buena lección para considerar y analizar con profundidad y detalle.
No es casualidad cómo los partidos tradicionales se desmoronaron frente a la elocuencia y argucias de quien prometió cambios profundos sin alterar los beneficios de los mejor ubicados, que ofreció un país justo y eficiente para mejorar a cada venezolano. Como Fidel Castro con su rosario al cuello al entrar en La Habana, Chávez tampoco reveló lo que de verdad se proponía hacer. Aunque se le escaparon indicios a los que muy pocos prestaron atención.
Tampoco es casual que de aquellos grandes partidos, el único que se preservó fue Acción Democrática. No por la habilidad de sus dirigentes de finales del siglo XX, sino por su tradición policlasista vigente en su fundación y protagónica en esas raíces campesinas, populares y obreras. Duramente golpeado pero sus lazos lograron mantenerle con fuerza.
Hay que tomar muy en cuenta la activa participación de las mujeres en el oficialismo y la oposición. La venezolana, aunque pertenezca a la clase media, va a los mercados, se responsabiliza por la formación de los hijos, son ellas, quienes están conscientes de las carencias y fallas de sus hogares y por ende, del Gobierno y los servicios públicos.
También son raíces -y muy importantes- para las organizaciones partidistas, y habría que preguntarse ¿qué sería de esos partidos, opositores y del régimen, sin ellas? Pero las que están sumergidas en la incompetencia y el fanatismo oficial, sufren la obediencia y se hacen cómplices de las ventajas de la corrupción. Llegan incluso a niveles de miopía y sordera políticas como aquella funcionaria que, sonrisa en ristre y cara dura, calificó a las colas de “sabrosas”.
¿Quiénes son los grandes participantes y motivadores de protestas, manifestaciones de calle y resistencia? Los estudiantes y las mujeres. A ciertos dirigentes opositores les sigue faltando la perspectiva y el coraje -que sin duda hay que tenerlo, y mucho- para ir a las raíces populares, especialmente a los barrios. Cuando ganemos y disfrutemos de su confianza y respeto, seremos una realidad auténtica en estos inmensos sectores de ciudadanos menos afortunados, pero honestos, decentes, de principios éticos, morales y de buenas costumbres ciudadanas.
Lo mismo en un grupo más pequeño y especializado pero con enorme presencia, debe hacer la Iglesia Católica. El Vaticano está muy lejos, la Conferencia Episcopal tiene mucho que vigilar y discutir. Los obispos deben, no sólo supervisar a los párrocos, sino estar con ellos, visitarlos, consultarlos. Son ellos los que viven el día a día de hombres y mujeres de los sectores populares, vayan o no a misa los domingos y fiestas de guardar.
Hablen con sus párrocos, señores obispos, entrevístense, reúnanse en sus casas parroquiales, no en la residencia obispal, recuerden al Papa Francisco que cuando era obispo en Buenos Aires lo hacía semanalmente, hasta en autobús iba a visitar a sus párrocos. Ellos, los sacerdotes de contacto individual, personal, con sus comunidades, jamás lo olviden, no son jefes de nadie, no disfrutan privilegios, no se sienten más que nadie: ellos son los verdaderos pastores.
Señoras(es) políticos, no prometan lo que no pueden cumplir. Digan la verdad, solamente la verdad y serán gratificados con el agradecimiento y el cariño de sus conciudadanos, quienes recompensarán el esfuerzo, no solamente con la frialdad del voto sino con el recuerdo y aprecio de un amigo.
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