La necesidad de tener dinero rápido está privando más que tener estabilidad y seguridad social. La inflación no solo destruye al salario mínimo sino que ha cambiado la preferencia laboral hacia el bachaqueo y ahora el país enfrenta el reto de reeducar a los v.enezolanos sobre el verdadero valor del trabajo formal.
Patricia Marcano / Mónica Duarte
Tres años de aumentos salariales acumulados, con 11 anuncios presidenciales, han llevado al sueldo mínimo del trabajador venezolano a valer 465,46% más que en 2013. Sin embargo, el crecimiento de la inflación hasta el mes de diciembre de 2015 ya había superado ese porcentaje al sumar 639,32%, dejando una brecha de 173,86% difícil de superar.
Este incremento inflacionario representa una amenaza para más de 14 millones de personas activas quienes representan la fuerza de trabajo en el país, según las cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE) para diciembre de 2015, y sus efectos ya estarían incidiendo más allá del hecho de que el salario mínimo no alcance.
Cada vez son menos los venezolanos que cuentan con empleo. Durante los últimos 12 meses la población activa perdió a 396.967 trabajadores en comparación con el año anterior. Esta caída se reflejó en menos empleos tanto en el sector formal como en el informal y en total, refleja el INE, se perdieron 440.456 puestos de trabajo.
Con el último incremento anunciado el 30 de abril de este año y que lo elevó a 33.636 bolívares mensuales (sueldo mínimo de Bs 15.051 más otros 18.585 bolívares en cestatickets) un trabajador que labora un día completo percibe un salario integral que le resulta insuficiente ante una Canasta Básica Alimentaria de 142.853,20 bolívares y una Canasta Básica Familiar de 203.943,95 bolívares, montos en el que se ubicaron para marzo de 2016 según el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM).
Alí Poveda, abogado laboral y directivo de la Asociación Civil de Trabajadores Autónomos, Emprendedores y Microempresarios (Atraem), afirma que en Venezuela “existe un salario insuficiente sea formal o informal”. A su juicio, el trabajo ha perdido su razón de ser al intervenir el estado en las negociaciones salariales particulares. “Se ha dejado de premiar la productividad y el conocimiento, que generan las sociedades altamente productivas y escolarizadas”.
Pero adicionalmente la crisis económica del país, marcada por un crecimiento inflacionario acelerado y un sistema de controles, ha ido modificando la apreciación o el valor que tenía la existencia de un trabajo formal.
Genny Zúñiga, profesora e investigadora del Centro de Investigaciones Sociales y Económicas de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), explica que una parte de la población se está redondeando económicamente gracias a lo que los economistas llaman arbitraje (capitalizar el desequilibrio de los precios sacando provecho de esa diferencia entre dos o más mercados). Es decir, el bachaqueo.
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